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Tema: Amar en el ocaso...

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    ~.Ángel de Plata.~ Yveltal/Admin Avatar de Adanthyel
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    Amar en el ocaso...

    Amar en el Ocaso.



    Silencio, todo era silencio. A través de las viejas cortinas se colaban apenas destellos de luz del astro rey, bañando con cálidos tonos el río carmesí y la castaña madera. La flama de una vela era, más allá del renuente sol, la única iluminación presente en aquella habitación.

    Hediondez. El aroma a fierro le produjo náuseas y unas desesperadas ganas de vomitar, pero su corazón no se detenía, marchaba cada vez más rápido… siempre más rápido. Caminó.

    «¿Cómo hubiese sido todo si…?» se preguntaba. Sus pisadas, rechinando contra la vieja caoba del entarimado, eran lentas, temerosas. Por el sucio cristal de la ancha ventana la luz pasaba de los tonos dorados al ocre característico que predicada la pronta llegada de la luna.

    Cuando hubo llegado ante aquel cuerpo, lo miró estupefacto. Aquél, el amante perfecto, el bienaventurado, el que siempre todo lo podía; aquél, solo… ¿aquél? No, no era simplemente aquél; era él, tan siempre "él".

    Y entonces su corazón dejó de palpitar tres segundos. Uno: esas tan mentiras piadosas; dos: el sentimiento anhelado y siempre temido; tres: el "te amo" callado. Respiró profundamente y lo miró.

    En sus ojos ya no había brillo, la vida se le había extinguido. Su piel canela ahora se vestía de lúgubre palidez, y un taciturno gesto de doliente agonía deformaba su sonrisa. Sus fuertes brazos parecían incluso escuálidos y todo en él ya no era sino polvo y fragilidad.

    «¿Por qué… te vas? ¡No… no me dejes!»


    Una lágrima brotó y resbaló por su rostro. A ésta, varias más le siguieron. Lo tomó entre su abrazo; se hincó y lo besó en la frente, en el cuello, en los labios. Ya no quedaba nada, ni hálito, ni esperanza. Un desconcierto se apoderó de su mente y nubló por un momento cada pensamiento, cada sentimiento. Su corazón… ¿se había roto?

    Con sus dedos delineó sus resecos labios y acarició su hermoso rostro, manchado de sangre seca y cristalina sal. Aún con el frío cadáver sobre sus piernas, un bizarro calor le recorrió cada parte de su ser. No pudo contener las lágrimas. Lloró.

    «¿Qué fue lo que…? ¿Acaso será que…?» uno a uno, miles de recuerdos le bombardearon, reabriendo las heridas y escociéndolas lentamente. Lo había entendido, por fin lo había entendido. Al verlo tendido y sin vida, lo entendió, por fin. ¡Lo amaba!

    Las palabras ahora fluían. Balbuceó, gritó y volvió a balbucear. Todo era ininteligible. Tanto daño vivido, tanto rencor acumulado, tan sufrimiento temido… tantos errores cometidos. «Jamás dije "te a…"»

    El sol comenzaba a ocultarse, mostrando un cielo cobrizo y marino. La luz de la vela expiró. Solo el fulgor del crepúsculo, profanando la sombra de aquella habitación, reinaba.

    No lo podía perder, no ahora. «¡Maldita sea, te amo!».

    Besó sus labios nuevamente, tratando de inyectarle con eso un poco de vida; rogó y derramó su llanto sobre aquel cuerpo inerte pero era ya muy tarde, muy tarde para amar en el ocaso…




    Última edición por Adanthyel; 17-03-2015 a las 07:00 PM.



    "Exaudi orationem meam; ad te omnis caro veniet.
    Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis..."

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